Esta semana os traemos un monográfico sobre Cine Quinqui, aquellas pelis de finales de los 70 y comienzos de los 80 con historias sobre delincuencia, drogas y amor, ambientadas en la periferia de los barrios obreros. Nos acompañan en el estudio El Coleta, que homenajea constantemente al cine quinqui con su rap macarra desde Moratalaz, y también nos acompaña El Mos, de Radio Lachipen, recién aterrizado de lo que queda de los descampados entre Usera y Orcasitas.
Podríamos decir que la primera referencia del cine quinqui fue Perros Callejeros, la película que dirigió Jose Antonio de la Loma en 1977, en la que se retrataban las aventuras del Torete. Se dice que a Jose Joaquín Sánchez Frutos, «el Jaro», se le ocurrió la idea de montar una banda como tal después de haber visto esta película. Pocos años después Eloy de la Iglesia dirigió «Navajeros», «La mujer del ministro», «Colegas», «El Pico 1», «El Pico 2» y «La Estanquera de Vallecas», entre otras películas.
Un género con el que también coqueteó Carlos Saura con «Deprisa, deprisa», y en el que colateralmente podríamos acercarnos incluso a las películas sobre «El Lute», dirigidas por Vicente Aranda.
Este género fue éxito de taquilla en los cines, en aquello que conocíamos como sesión continua, donde el público veía al Jaro y su banda antes de ver la última de la saga de Tiburón o Star Wars. Sin embargo ni la crítica ni la oficialidad dieron nunca ningún reconocimiento a este género. Primero lo despreciaron y luego lo sepultaron. El cine quinqui incomodaba a derechas e izquierdas, y ponía de manifiesto que la Movida fue un engaño y que la transición tuvo poco de modélica y menos aún de pacífica. En una España que por aquellos años se supone que se encaminaba hacia Europa, el retrato social de los descampados de las periferias urbanas, ofrecía una dosis de realismo díficil de aceptar por la oficialidad.
Ambientadas en San Blas, Carabanchel o Vallecas, en Madrid, La Mina en Barcelona u Otxarkoaga en Bilbao, estas películas retratan una juventud sin oportunidades, sin trabajo y desligada del sistema educativo, y nos traen historias de descampado y bloques de ladrillo visto, de drogas, delincuencia y sexo que acababan en Carabanchel o en La Modelo, en algunos casos, y de manera más trágica en otros.
No son películas especialmente prodigiosas en lo técnico, ni en la interpretación. Rodadas con muy bajos presupuestos y, en muchos casos, con actores no profesionales. Sin embargo las interpretaciones de Jose Luis Manzano, el Pirri, Antonio y Rosario Flores, Quique San Francisco, el Torete y Jose Antonio Valdelomar, entre muchos otros, han dejado en la memoria colectiva las estampas de vida de unos barrios y una juventud, y unas historias en las que sus protagonistas fueron más víctimas que héroes.
Y no nos podemos olvidar de la banda sonora del cine quinqui. Una buena dosis del rock macarra de los Burning y la rumba barrial de Los Chichos, Rumba Tres, Terremoto y Los Chunguitos son el acompañamiento perfecto para cruzar la M-30 en un viaje que no se sabe si es de ida o de vuelta. Y ojo, también las referencias constantes al italodisco que se bailaba en todos los garitos de aquella época.
Y dicho todo esto ya solo nos queda intentar imitar el deje macarrilla del Pirri al hablar y decir aquello de... "venga, a ver si te buscas una musiquita guapa, ¿no, colega?".
Tracklist:
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Cine quinqui: pegando tirones y haciendo trompos (con El Coleta)
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