Esta semana rendimos homenaje a Lee Perry, el gran músico y productor jamaicano fallecido recientemente. Una de las figuras más grandes e influyentes en el devenir de la música en las últimas décadas en diversos géneros, desde el reggae, hasta el rap o la electrónica. Esta semana transicionamos: del ladrido del perro al rugido del león y de la dictadura del punk a la dictadura del dub.
Perry fue genio y genial, también estrafalario y polémico, yendo siempre por la vía de servicio de la cordura, lo que le permitió trabajar el sonido como nadie lo había hecho antes. Una especie de mago en el estudio, o de druida, con poción mágica incluída. Decía Keith Richards que «Lee Perry es el Salvador Dalí de la música». Este programa, ya decimos, es nuestro homenaje y también un ejercicio para intentar comprender su enorme legado y, en la medida de nuestras posibilidades, también difundirlo.
¿Por qué este homenaje? Porque Lee Perry nos ha acompañado con sus grabaciones durante décadas en nuestro camino por disfrutar y entender la música, tanto directamente en los discos que ha participado como indirectamente a través de las bandas a las que también ha influenciado y que nos han hecho disfrutar igualmente. Pero nos dejó hace unas semanas. El 29 de agosto de este año fallecía en el hospital Noel Holmes de Lucea, una localidad cercana a Negril, en el noroeste de la isla de Jamaica.
Ya hemos hecho otros monográficos sobre bandas, y aunque siempre quedan cosas fuera y es imposible resumir la vida de alguien en dos horas. En el mejor de los casos más o menos logramos hacernos una idea de la dimensión del artista. Pero en esta ocasión sí que nos vamos a quedar muy muy muy cortos. Perry es un artista muy prolífico y su trayectoria se ha extendido durante décadas. Su discografía es prácticamente imposible de compilar, porque muchas veces trabajaba como ‘negro’, es decir, sin estar acreditado. Se le conoce fundamentalmente como productor, intérprete e ingeniero, pero en realidad ha pasado por todas las facetas del mundo del bisnes musical. Ha prensado, distribuido y vendido discos. Ha producido, arreglado, grabado, mezclado, compuesto y cantado infinidad de canciones. Decir que ha participado en miles de discos no es exagerar. Otro dato: La biografía oficial escrita por David Katz, «People Funny Boy», es de casi 500 páginas de letra menuda e interlineado sencillo. Y el propio autor dice en el prólogo que le da la sensación de haber arañado la superficie de Lee Perry.
Quizá sus trabajos más populares están ligados a artistas de renombre, como Bob Marley, Junior Murvin o The Congos, sin comernos de vista las colaboraciones con The Clash, Beastie Boys o el mismísimo Paul McCartney. Pero quizá donde más explotó la creatividad incontenible de Lee Perry fue en las infinitas horas de grabación y remezcla con su banda, The Upsetters, en el estudio Black Ark. Y no nos comamos de vista su trabajo en las últimas dos décadas, ya convertido en una figura viviente de la historia de la música, colaboró con decenas de artistas aprovechando la potencia de los estudios digitales de los que no gozó en su juventud, con la misma creatividad y locura de la que hizo gala durante toda su vida.
This is dub revolution.
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